lunes, 14 de febrero de 2011

LA HIPOCRESÍA POLÍTICA ES PAN DE CADA DÍA


POR: GUILLERMO GIACOSA*
Ayer escribíamos sobre la falta de integridad periodística. Hoy me referiré a esa misma falta de integridad en el plano político. En Túnez, un muchacho muy humilde, harto de las injusticias de las que era objeto, se prendió fuego. Y, como si el suelo hubiese estado regado de gasolina, las llamas abrasaron su país y los países vecinos. Un acto de un solo ser humano, más Internet, logró desnudar, ante una opinión pública aparentemente idiotizada –por una prensa al servicio de los intereses corporativos–, el drama cotidiano de varios países cuyos ciudadanos salieron a la calle a reclamar por una vida más digna.

A partir de ahí, la Internacional Socialista expulsó al partido del dictador tunecino de esa organización, el gobierno suizo anunció la confiscación de las cuentas corrientes de 40 familiares del exgobernante y un avión privado estacionado en Ginebra. Los periódicos comentaron la “bestial represión del régimen de Ben Alí, el terror a manifestar cualquier opinión” que había predominado hasta ese momento. La Unión Europea – a iniciativa de Francia– se planteó el bloqueo de las cuentas, bienes y propiedades inmobiliarias del clan Ben Alí, en Europa, EE.UU., por su parte, descubrió que su aliado tunecino no era precisamente un demócrata, etc.

La hipocresía que manifiestan estas conductas es una expresión de la degradación a la que hemos llegado. ¿Ignoraban, acaso, la Internacional Socialista, la Unión Europea, el gobierno suizo y los EE.UU. lo que ocurría en ese pequeño país africano? De ningún modo. Pero era un aliado para aprovechar y lucrar política o económicamente. Las conveniencias, una vez más, estuvieron por sobre los principios. Los medios por su parte, si no hubiese ocurrido la rebelión, seguirían presentando a Túnez como una democracia y callando sus horrores. Solo destacan los que ellos consideran tales cuando el país concernido no se somete a las reglas del juego del neoliberalismo.

No verlo es parte de la ceguera impuesta por una prensa maridada con el poder.

jueves, 3 de febrero de 2011

HISTORIA DE UNA MINORÍA: EL OCASO DE MUBARAK

Egipto vive uno de los momentos más decisivos de su historia, la cual tomaría  alcance internacional llegando a repercutir en Washington. La presencia del presidente Mubarak por 30 años en el poder, el desgaste de su régimen, la intolerancia, el excesivo control de medios, el incremento de la pobreza y el fortalecimiento de los sectores medios, además de la coyuntura golpista de Tunes, ha generado que la presidencia de Mubarak "el faraón" atraviese su ocaso. El internacionalista y catedrático de PUCP Ariel Segal analiza estos acontecimientos...           
Hosni Mubarak no entendió lo que, literalmente, le dijeron en varios idiomas, diplomáticos europeos y estadounidenses durante años ante el obvio desgaste de su régimen y el descontento de la clase media egipcia que se tradujo, entre muchas otras cosas, en el ingreso de estudiantes y profesionales a grupos islamistas como La Hermandad Musulmana.
Mubarak se escudó en la probable hipótesis de que grupos radicales islámicos llegaran al poder en Egipto –como ocurrió en Argelia en 2001 y Gaza en 2006– para no liberalizar el tablero político, pero fue presionado por varios gobiernos aliados a su régimen para que al menos condujera a su país, a una gradual apertura por medio de gestos mínimos como la liberación de disidentes políticos y la tolerancia a medios de prensa opositores. No lo hizo, y ahora, con 82 años y según fuentes periodísticas, un cáncer en su sistema digestivo, deshojaba la margarita para elegir como sucesor a su hijo Gamal o a su poderoso jefe de servicios secretos, Omar Suleiman. Con ese objetivo volvió a manipular las elecciones parlamentarias de noviembre de 2010 garantizando el poder casi absoluto del Partido Nacional Democrático (PND) hasta los comicios presidenciales de septiembre de este año.
Sin el precedente de Túnez, quizá Mubarak hubiese logrado controlar el descontento popular, pero su intransigencia de renunciar y comenzar una transición inmediata, hacen ahora muy difícil que algún funcionario de mediana jerarquía de su partido pueda conducir al país a las próximas elecciones, en caso de que no se detengan las protestas masivas.

Mubarak esperaba ser recordado como el hombre que mantuvo estable por 30 años al país árabe más populoso (hay naciones musulmanas, no árabes, con más habitantes como Indonesia, Pakistán, etc.), y uno de los más estratégicos por ser el puente de comercio entre Europa y Asia a través del Canal de Suez, y por su rol como mediador principal entre israelíes y palestinos. Sin embargo, ahora su imagen es, principalmente, la de un tirano que, en su empeño de momificarse en el poder, oprimió a sus oponentes y disminuyó la calidad de vida de los egipcios.