miércoles, 26 de enero de 2011

LA CALIDAD DEL CONGRESO

Por Antonio Zapata

La constante caída de calidad del Congreso obedece a varias causas, pero sobre todo a una poco reconocida: el sistema del voto preferencial. A primera vista no parece negativo. Por el contrario, aparentemente es muy democrático, puesto que le quita a las cúpulas partidarias la decisión sobre quién entra al Congreso y le traslada ese derecho al elector, que puede reordenar la lista entregada por los partidos. Así, los partidos ofrecen una baraja de candidatos y el ciudadano elige el orden de ingreso al Parlamento. Dicho de este modo, parece una conquista democrática, pero en realidad ha generado enormes problemas.
En primer lugar, introduce la competencia al interior de los partidos, cuando deberían enfrentar unidos la contienda electoral. En efecto, hoy en día podemos observar gruesos problemas en todos los partidos y eso que recién están seleccionando sus candidatos al Congreso. Mañana, cuando la lista esté inscrita, cada candidato a parlamentario encontrará sus rivales dentro de su propio partido. Son aquellos con quienes competirá por el preferencial. Como consecuencia, al interior de los partidos prima el conflicto y en ninguno impera un clima fraterno. En este sentido, el voto preferencial agudiza las contradicciones y acaba deshaciendo las lealtades internas. El partido se vuelve arena de las más pequeñas y grandes mezquindades. Por ello, estamos ante una democracia frágil sin partidos.
A continuación, facilita el transfuguismo, al conferirle un carácter individual al representante. Como han sido elegidos en tanto personas, gracias a sus propios votos preferenciales, los congresistas se sienten por encima de su bancada. Además, para repetir el plato, algo a lo que todos aspiran, tienen que seguir actuando en primera persona, puesto que solo la fama personal los lleva a la palestra. De este modo, todo congresista es una estrella solitaria e individualista. No representa un grupo ni una ideología, tampoco un compromiso definido con sus electores. Por el contrario, a consecuencia de su sistema de elección, los parlamentarios son figuretis, listos para cambiar de camiseta si la ocasión contribuye a su beneficio.
En tercer lugar, el preferencial impide que algunos buenos candidatos sean elegidos. Anteriormente, el partido podía colocar en buenos puestos a ciertas figuras, políticos o intelectuales, que no necesariamente eran carismáticos ni supersimpáticos. Individuos serios que levantaban el nivel del debate congresal gracias a sus capacidades, pero que no hubieran podido bailar al ritmo del “Chino” ni hacer chistes en los programas cómicos de TV. Así, nuestro sistema actual de elección propende a la candidatura de vedettes y deportistas, porque son personas conocidas por el gran público, útiles para arrastrar votos. El preferencial es un selector al revés, facilita que los expertos en mil oficios accedan a los puestos políticos.
Otro tema es la corrupción. En efecto, no es el partido el que sustenta la campaña al Congreso, sino cada candidato por separado realiza la suya. Entonces, para ganar, el candidato debe invertir como persona individual. O tiene su dinero y lo toma como una inversión que luego dará su ganancia, o solicita apoyo a otros, a quienes –de ser electo– tendrá que retribuir con favores políticos.
En ambas situaciones, el preferencial alienta el mal manejo de los representantes.  Provoca  la aparición de los  “comepollo” y “robaluz”.
Poco se dice pero los procedimientos definen la sustancia de las cosas. En este caso, el mecanismo a través del cual el voto ciudadano se transforma en escaños, acaba definiendo la calidad del Congreso. Si queremos mejorar el nivel del Parlamento, primero debemos eliminar el voto preferencial, fortaleciendo el sistema de partidos.
Columnista Diario "la República"

lunes, 24 de enero de 2011

CALLES EN ELECCIONES

A pesar de las multas a los candidatos que ensucien las calles con publicidad partidaria, muchos hacen caso omiso a esta disposición legal y observamos, conforme se acerca la fecha de elecciones presidenciales, el incremento de anuncios y afiches publicitarios en las diversas ciudades del país, los municipios deben aplicar la ley y sancionar los partidos infractores. Nosotros los ciudadanos, debemos elevar nuestra vos de protesta pues están ensuciando las paredes y postes de nuestra casa que se llama Perú. 

A través de este espacio denunciaremos con imágenes aquellos partidos que trasgredan la ley e irresponsablemente ensucien nuestras calles.

476 AÑOS DE LIMA Y 100 DE ARGUEDAS



Por Nelson Manrique

Al hablar de José María Arguedas –escritor, antropólogo, gran animador cultural– se piensa en la sierra y suele olvidarse que él vivió en Lima la mitad de su vida. La vivencia de la migración (una experiencia común a millones de peruanos) atraviesa su vida y sus reflexiones, desde su niñez errante, acompañando al padre juez, hasta su inserción en el medio intelectual limeño, en el que batalló incansablemente por lograr el reconocimiento de la cultura andina. Alfredo Torero –gran lingüista y amigo íntimo suyo– me hizo una vez la observación de que cuando JMA perdía el camino (le sucedió, por ejemplo, al empezar a trabajar antropológica y literariamente la ciudad de Chimbote) invariablemente era a través de su contacto con los migrantes que retomaba el hilo. Basta releer El zorro de arriba y el zorro de abajo para constatarlo.

El aporte de JMA ha sido capital para definir la identidad cultural de Lima. No solo presentó la sierra al público limeño sino contribuyó a resolver necesidades muy sentidas de sus coterráneos. Los primeros inmigrantes tuvieron que enfrentar no solo un profundo choque cultural sino, sobre todo, sufrir los prejuicios con que históricamente los costeños han visto a los serranos. Para los viejos limeños los migrantes venían a quitarles su ciudad, eran sucios, desconfiados y taciturnos. Los serranos, por su parte, consideraban a los costeños ociosos, inconstantes y superficiales. Pensar en un proyecto de integración nacional en esas condiciones era iluso.

La imagen de Lima como una Arcadia colonial, construida por Ricardo Palma y poetizada por Chabuca Granda, contribuyó a alimentar los equívocos. Cuando se producen cambios muy acelerados en la realidad, los ojos con que se ve esta tienden a quedarse fijados en las viejas imágenes y son incapaces de registrar lo que objetivamente sucede. Algo así ocurrió a Lima en la transición demográfica que la andinizó a mediados del siglo XX. Mientras Chabuca cantaba a la ciudad del río, el puente y la alameda, a una aristocracia terrateniente que recorría senderos bordeados de naranjos cabalgando en caballos de paso, Lima estaba siendo profundamente transformada por la gran oleada andina, en medio de grandes tensiones y resentimientos. El sentimiento de los viejos limeños, de que los migrantes estaban destruyendo su ciudad, era reforzado por el colapso de los servicios públicos, incapaces de abastecer la demanda de una población que se multiplicó por diez en apenas tres décadas, con el consiguiente deterioro de la calidad de vida. Para los recién llegados la urbe era ajena y hostil, y los clubes de migrantes fueron un espacio fundamental de defensa. El otro fueron los coliseos.

Lima ignoraba las culturas del interior. Como el etnomusicólogo Raúl Romero ha recordado, para los limeños la música serrana –conocida a partir de los espectáculos montados en los años 20 por el presidente Leguía en la pampa de Amancaes– era genéricamente conocida como “música incaica”. Los grupos folclóricos migrantes, fueran de donde fueran, para ser aceptados, tenían que disfrazarse con atuendos supuestamente incaicos e interpretar música cusqueña, la única que reconocía la sensibilidad criolla. JMA asumió como una cruzada personal la defensa del derecho de los migrantes a preservar su identidad. El gran violinista Máximo Damián recuerda que él no se limitaba a exhortarles a que defendieran la autenticidad de su arte, no dejándose alienar por las disqueras, sino que paralelamente buscaba conseguirles modestos trabajos, a través de sus contactos, para que pudieran vivir con dignidad y cultivar así su arte sin graves apremios materiales. Los coliseos se convirtieron entonces en un crisol cultural en el que los miles de migrantes que asistían cada semana a escuchar a los intérpretes de su localidad aprendían a disfrutar con la música de todas las regiones del Perú; toda una lección de interculturalidad.

La gran cantidad de homenajes a JMA a lo largo del año muestra la consciencia que tiene la sociedad civil de la importancia de su aporte. Qué distantes están los líderes políticos (que propusieron que este fuera el año de los submarinos, o el de Macchu Picchu) de este sentimiento.

viernes, 7 de enero de 2011

ENTRE VIVOS Y PLEBEYOS

Siempre reclamamos cambios, hablamos de lo mal que estamos, juzgamos actitudes, principios, acciones, creencias, nos quejamos de nuestras autoridades, demandamos cambios, nos quejamos de la escuela, los maestros, pero perdemos de vista que formamos parte, de una u otra manera, de la misma cadena viciosa que genera el caos. Somos parte del problema pero nos vemos como agente externo y lejano. Tenemos la posibilidad de cambiar estas realidades pero estamos a la espera que alguien más lo haga... en fin, veamos con atención este video y reflexionemos un instante... aunque mañana el caos continúe...